miercuri, 2 iulie 2014

Mai stiti cand mi-au plecat mintile de acasa? S-au dus dupa ele somnul si apetitul. Umblu chiauna si nemancata, era sa ma calce masina de doua ori in oraselul in care lucrez din februarie (abia luna trecuta am observat semaforul), am pus la pastrare in caietul meu personal biletele de iesire ale unui pacient (???), intarzii peste tot macar jumatate de ora.
Avantajul insomniei e ca am pierdut simtul orei, al zilei, ca traiesc pe loc intr-un acum intens si solicitant; la asta s-au adaugat pentru prea scurt timp programul lui si mai flexibil decat al meu, orele tarzii si lungi, diminetile fara parchimetru. Singurele repere sunt meciurile de fotbal.

Posibil ca explicatia sa se gaseasca aici (in prolog*, nu in trailer). Sau avertismentul.

Prietenul gay la nevoie se cunoaste, desi nu mi-e clar daca-mi trimite muzica de pus pe rana sau nu intelege nimic. In orice caz e linistitor de stiut ca exista un Sabina pentru orice.




*Buenos Aires crece descontrolada e imperfecta. Es una ciudad superpoblada en un país desierto.  Una ciudad en que se yerguen miles y miles de edificios sin ningún criterio. Al lado de uno muy alto hay uno muy bajo, al lado de uno racionalista hay uno irracional, al lado de uno estilo francés hay otro sin ningún estilo. Probablemente esas irregularidades nos reflejen perfectamente; irregularidades estéticas y éticas.
Estos edificios que se suceden sin ninguna lógica demuestran una falta total de planificación. Exactamente igual en nuestra vida. La vamos haciendo sin tener la más mínima idea de cómo queremos que nos quede. Vivimos como si estuviésemos de paso en Buenos Aires. Somos los creadores de la cultura del inquilino.
Los edificios son cada vez más chicos para darles lugar a nuevos edificios más chicos aún… Los edificios, casi como todas las cosas pensadas por el hombre, están hechos para que nos diferenciemos los unos de los otros. Existe un frente y un contrafrente. Están los pisos altos y los bajos. La vista y la luminosidad son promesas que rara vez coinciden con la realidad. ¿Qué se puede esperar de una ciudad que le da la espalda a su río? Estoy convencido de que la separación y los divorcios, la violencia familiar, el exceso de canales de cable, la incomunicación, la falta de deseo, la abulia, la depresión, los suicidios, la neurosis, los ataques de pánico, la obesidad, las contracturas, la inseguridad, el hipocondrismo, el estrés y el sedentarismo son responsabilidad de los arquitectos y empresarios de la construcción. De estos males, salvo el suicidio, padezco todos. 

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